Toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible. El Estado garantizará este derecho y la ley definirá las bases, apoyos y modalidades para el acceso y uso equitativo y sustentable de los recursos hídricos, estableciendo la participación de la Federación, las entidades federativas y los municipios, así como la participación de la ciudadanía para la consecución de dichos fines.
El cambio climático que provocamos los seres humanos con nuestro estilo de vida, amenaza la disponibilidad de agua dulce que necesitamos para vivir, pero parece que no estamos escuchando el llamado de emergencia desde hace más de dos décadas.
El agua, como bien público, se subestima, se le asigna un precio insuficiente y, a menudo, se gestiona mal. Para romper con eso, y más ahora que se ha intensificado la crisis de agua, urge tomar medidas orientadas a mejorar la gestión cooperativa de los recursos hídricos, adoptar políticas integradas sobre el agua y el clima, e incrementar las inversiones en el sector hídrico para garantizar el derecho humano al agua, promover un desarrollo económico sostenible, adaptarnos al cambio climático y reducir los riesgos de desastre.
El agua es una necesidad humana, que se usa para consumo, así como para que podamos contar con un desarrollo saludable. Tanto el acceso como la sanitización son derechos humanos y contribuyen a la dignidad, equidad y justicia social.
El agua es una necesidad humana, que se usa para consumo, sanitización e higiene, así como para que podamos contar con un desarrollo saludable. Tanto el acceso como la sanitización son derechos humanos.
Para dimensionar el problema, es clave mencionar que los niveles del calor en el mundo han incrementado más de un 7%, lo que están prendiendo alertas en materia de incendios y sequías graves. Tan sólo hay que ver lo que está pasando en EE.UU. y en Europa.
Si bien el 70% de la superficie de la Tierra está cubierta de agua, la existencia de 1,386 millones de kilómetros cúbicos de agua parecerían suficientes, pero no lo es, porque apenas un 2.5% de esa agua es dulce.